Las orquídeas son generalmente plantas epifitas, es decir, viven enganchadas a los árboles. Les gustan los entornos no demasiado calientes. Las raíces de las orquídeas necesitan aire para vivir, por lo que si las plantamos en una maceta de tierra deberemos agujerearlo, con el fin de facilitar la ventilación (es probable que las raíces salgan por los agujeros)
Tierra
La tierra debe ser muy ligera y aireada (ye hemos leído que las raíces necesitan aire para respirar), compuesta de humus, sphagnum, cortezas de pino, espuma y bolas de arcilla expandidas.
Agua y riegos
La causa de mortalidad más frecuente es la podredumbre de las raíces por exceso de agua. Debemos verificar la buena salud de las raíces que no deben ni ser marrones ni negruzcos. Si es el caso, no la riegues en una o dos semanas. El agua debe ser no calcárea, más bien ligeramente ácida (con ciertas excepciones). Podemos regarla con agua cogida de la lluvia. El agua del grifo según las regiones es más o menos calcárea. En caso de que lo sea, antes de utilizarla déjala descansar unas horas.
Exposición
Mucha luz, pero no luz directa (detrás de un cristal sí, pero suavizada por un adorno transparente). En verano estarán felices permaneciendo fuera, a la sombra.
Nutrición
Un riego de cada tres con estiércol soluble para plantas verdes, durante el período de crecimiento. Luego, para estimular la florescencia, un estiércol soluble para plantas floridas o geranios. Podemos también utilizar estiércoles foliares en pulverización, muy prácticos sobre una planta sin tierra. Atención, nunca fertilizar una orquídea qué tiene sed.
En la naturaleza algunas orquídeas viven en simbiosis con las setas, lo que les permite aprovechar un alimento directamente asimilable. Desgraciadamente, esta colaboración es casi imposible de reproducir.